Una ruta histórica y una exposición permanente, albergada en el centro de congresos del hotel, ilustran los dramáticos años de la Primera Guerra Mundial.
En 1918, Ernest Hemingway era un chico estadounidense de 18 años que buscaba su propio camino, muy diferente al de sus padres. En las mesas de la redacción del periódico provincial donde trabajaba en prácticas, no paraban de llegar noticias de los importantes y trágicos acontecimientos europeos. El joven Hemingway, que no fue aceptado en el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, logró embarcarse hacia Europa como conductor de la ARC, es decir, la American Red Cross (Cruz Roja Americana). Para el gobierno de Estados Unidos, la intervención de la Cruz Roja representaba una muestra inmediata y concreta de su solidaridad con los aliados europeos mientras se encargaba de organizar las Fuerzas Expedicionarias Estadounidenses, formadas por un millón de soldados, que más tarde desembarcarían en Francia y de las cuales solo una mínima parte, apenas unos miles de hombres, se enviaría a Italia. Hemingway llegó a Italia a mediados de junio de 1918 y fue asignado a la Sección IV de la ARC de Schio. La batalla del Piave, conocida también en Italia como la battaglia del Solstizio (batalla del Solsticio), que tuvo lugar justo en esa época, había dejado muy dañadas las estructuras de asistencia –avituallamiento y servicios de ambulancia– de la ARC por lo que se pidieron refuerzos a las secciones de la ARC de las zonas tranquilas del frente. Hemingway dejó Schio y se dirigió a la región del Basso Piave.
A partir del 25 de junio se encuentra en Monastier, primero en la Casa Botter, luego en la Villa Fiorita y, finalmente, en Villa Albrizzi. En su deambular por la línea del frente, conoce los lugares de los terribles enfrentamientos donde ha tenido lugar la reciente batalla del Piave y hace suyas las historias de hazañas memorables que le cuentan los oficiales italianos con los que traba amistad. La noche del 8 de julio cae herido en el río Piave, concretamente en el meandro llamado Buso de Burato, en el pueblo de Fossalta, primero por una granada y, luego, por una bala de ametralladora mientras llevaba a un italiano herido a un lugar seguro. Por esta hazaña recibió una medalla de plata.
El 17 de julio llega al hospital americano de Milán, tras un lento viaje en un tren hospital y después de vivir una dolorosa peregrinación desde la enfermería de Fossalta hasta el hospital de campaña de Monastier, pasando por otros lugares. En Milán se le opera la pierna derecha y se enamora de una enfermera, Agnes von Kurowsky, siete años mayor que él. En octubre, Agnes se traslada a Florencia para ayudar a los estadounidenses enfermos y Hemingway regresa al frente, al sector del Grappa, donde no solo frecuenta a los amigos de la brigada Ancona, que se había desplazado del Piave al Grappa, sino también a valientes soldados de otros destacamentos a los cuales probablemente se unió en alguna escaramuza. El 27 de octubre, en plena batalla de Vittorio Veneto, fue enviado de nuevo al hospital americano de Milán, esta vez no porque cayese herido, sino porque estaba enfermo de ictericia.
El 9 de diciembre Hemingway va a visitar a Agnes, al pueblo de Dosson, en el hospital americano donde había sido trasladada; luego, a principios de enero, regresa a Estados Unidos, convencido de que muy pronto se casaría con su querida enfermera. En 1919, Agnes le escribe diciendo que es demasiado mayor para él, que no puede esperarlo y que pronto se casará con otra persona. Hemingway acusará el golpe sufriendo lo que no está escrito hasta caer enfermo. De estos meses de guerra y amor, de esta experiencia italiana que deja huellas imborrables en el cuerpo y en el alma del insigne escritor, nace la poética “Adiós a las armas” y muchas otras narraciones.